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"HISTORIA, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir..."

(Miguel de Cervantes, Don Quijote de La Mancha, I. IX)

lunes, 9 de junio de 2014

Ponencias: Cine e Historia (I)



Ponemos a la disposición de nuestros estudiantes, profesores, seguidores y público interesado en general, la conferencia dictada por el profesor Dr. Julio López Saco, coordinador de nuestro doctorado, en el encuentro: Cine e Historia. La mirada de la Historia sobre el cine: ficciones, realidades y personajes. realizado en el Postgrado de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV.

A continuación, adjuntamos el texto íntegro de su ponencia:




Encuentro
Cine e Historia. La mirada de la Historia sobre el cine: ficciones, realidades y personajes
Salón de Usos Múltiples, Postgrado-FHE
30 de mayo del 2014

El Péplum: entre una magna historia y una épica deslumbrante

Julio López Saco

Péplum, una denominación francesa acuñada a principios de los años sesenta del pasado siglo, es un término que designa el cine histórico clásico. Se centró en cierta antigüedad, esencialmente romana, con preeminencia en ciertos períodos, como el del segundo triunvirato o el de la dinastía Julio-Claudia, aunque también en la antigüedad griega. Contó con una suerte de  exitoso subgénero, el relacionado con el cristianismo (en el que se integraría Ben-Hur, William Wyler, 1959). El interés principal estribaba en contar historias aventureras, teñidas de grandilocuencia, de verdadera épica. Se evidenciaba dramatismo (a través de juegos, destrucciones, batallas, hazañas heroicas) y hasta melodrama (con pasiones amorosas de por medio, como el caso Espartaco, Stanley Kubrick, 1960).
Se trata, en consecuencia, de películas de acción, en las que los componentes heroicos y las hazañas individuales se destacan sobremanera (la mencionada Espartaco, Stanley Kubrick, 1960, o Cleopatra, J.L. Mankiewick, 1963, tratada fundamentalmente en su imagen mítica). Los hechos históricos eran vistos, en general, como un telón de fondo, en el que la verdadera historia (aquí en minúsculas), la que interesaba, implicaba una aventura, o aventuras, diversamente entrelazadas, de tipo religioso o socio-político, habitualmente individuales.
Se enarbolaban ciertos valores y comportamientos emanados de la antigüedad, que podrían considerarse ejemplares (sobre todo aquellos de carácter moral) aunque muy ideologizados. No obstante, lo primordial siempre fue la tendencia a la excesiva escenificación, más o menos tópica, a una ambientación no siempre rigurosa (pero siempre de gran espectacularidad) y a la muy pocas veces estricta fidelidad a las realidades históricas. En tal sentido, se solían mezclan episodios y personajes, a veces estereotipados, como astutos villanos o héroes afamados, que no coincidían en el tiempo o en el espacio, o se inventaban personajes históricamente inexistentes (como el ejemplo de la película italiana Ursus, Carlo Campogalliani, 1961). Abundaban, entonces, los anacronismos en tópicos como la vestimenta, los objetos de la cultura material, como las armas, los adornos corporales, y hasta algunas arquitecturas, si bien hubo notables excepciones (Julio César, Joseph L. Mankiewick, 1963).
Su origen se remonta al cine silente, sobre todo en Italia, aunque su esplendor se produjo en las décadas de los 50 y 60, tanto en Hollywood como en la propia cinematografía italiana[1].  En época del cine mudo, el llamado “cine de romanos”, sirvió como mecanismo de propaganda en el litigio que enfrentaba al papado con la, por entonces, joven nación italiana que acababa de arrebatarle sus posesiones. En ciertos filmes se defendía la posición de la Iglesia, y se representaba a Roma como una civilización pagana y decadente (primeras versiones de Quo Vadis, de 1913 y 1924).
Con el fascismo italiano, las películas de romanos se usaron para exaltar el nacionalismo y  justificar el colonialismo italiano (Escipión el Africano, Carmine Gallone, 1937, por ejemplo). Las fuentes de este “cine de romanos” fueron, en su amplia mayoría, adaptaciones literarias de novelas históricas (Los últimos días de Pompeya, Mario Bonnard, 1959), y obras teatrales (Androcles y el León, Chester Erskine 1952, a partir de la obra de Bernard Shaw, o Golfus de Roma, Richard Lester, 1966, de las comedias de Plauto).
Desde una óptica temática, estas películas tratan épocas históricas diferentes y en variado grado: desde las leyendas y mitos de fundación (La leyenda de Eneas, de G. Rivalta, 1962 o Las Vírgenes de Roma, de Vittorio Cottafavi, 1960), o las distintas etapas de la República (Cartago en llamas, Carmine Gallone, 1959, o Aníbal, Bragaglia y Ulmer, 1959), hasta el fastuoso imperio, con sus intrigas (Calígula, de Tinto Brass, 1979), las persecuciones a los cristianos (La túnica sagrada, Henry Koster 1953; Demetrio y los gladiadores, 1954, Delmer Daves) o su indetenible declive (La invasión de los bárbaros, Robert Siodmak, 1969).
El péplum de temática griega mostró algunos ejemplos en los que el rigor histórico y el apego a las fuentes fue más serio (como Ulises, Mario Camerini, 1954), aunque sus personajes, muy heroizados, fueron, habitualmente, verdaderos estereotipos: personajes crueles, héroes fabulosos o mujeres malvadas. La escasez de títulos, en comparación con las películas de romanos, pudo haberse debido a que no se definieron temas-espectáculo grandilocuentes y no existieron gran número de novelas históricas sobre el mundo griego, o no se han adaptado, o, incluso, ha habido algunas complicaciones para hacerlo. No obstante, no se pueden olvidar algunos buenos ejemplos de adaptaciones de tragedias griegas, sobre todo de Sófocles y Eurípides, como la recordada Edipo Rey, de P.P.Passolini, de 1965, y Electra, de M. Cacoyannis, 1962, o biografías de notables personajes del pensamiento heleno (Sócrates, R. Rossellini, 1970).
Las películas de tema histórico se centraron en las Guerras Médicas, el período que la historiografía denomina como helenismo, y en la conquista romana del espacio cultural griego (La batalla de Maratón, Jacques Tourneur, 1959, La destrucción de Corinto, Marco Costa, 1960). Uno de los subgéneros del tema griego de mayor atractivo fue el centrado en los mitos griegos, en los que se destaca cierta espectacularidad, la recreación de los efectos especiales (Jasón y los Argonautas, Don Chaffey, 1963, con efectos artesanales magistralmente elaborados por Ray Harrihausen o Furia de Titanes, Desmond Davis, 1981), así como la plena aventura narrativa y visual, cargada de dificultades pero con un final esperado (La Odisea, Andrei Konchalovski, 1997).

Bibliografía básica

DE ESPAÑA, R., El peplum. La antigüedad en el cine. Editciones Glénat, 1998.
LILLO REDONET, F., El cine de romanos y su aplicación didáctica. Ediciones clásicas, Madrid, 1994.
LILLO REDONET, F., El cine tema griego y su aplicación didáctica. Ediciones clásicas, Madrid, 1997.
SOLOMON, J.,  El mundo antiguo en el cine.  Alianza Editorial, Madrid, 2002.

2 de junio del 2014


[1] En los últimos años se ha producido una cierta revitalización del género con películas como Gladiador (Ridley Scott, 2000); Troya (Wolfgang Petersen, 2004); Alejandro Magno (Oliver Stone, 2004); 300 (Zack Snyder, 2007); Ágora (Alejandro Amenábar, 2009); y la muy reciente Noé (Darren Aronofsky 2014).

El Postgrado en Historia-UCV

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