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"HISTORIA, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir..."

(Miguel de Cervantes, Don Quijote de La Mancha, I. IX)

lunes, 3 de junio de 2013

Conferencia dada en la "V Jornadas de Reflexión sobre la Enseñanza de la Historia"

Ponemos a la disposición de nuestros estudiantes, profesores, seguidores y público interesado en general, la conferencia dictada por el profesor Dr. Julio López Saco, coordinador de nuestro doctorado, en las V Jornadas de Reflexión sobre la Enseñanza de la Historia.

A continuación, adjuntamos el texto íntegro de su ponencia:




V JORNADAS DE REFLEXIÓN SOBRE LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA.

CASA DE ESTUDIOS DE LA HISTORIA DE VENEZUELA LORENZO A. MENDOZA QUINTERO

28 DE MAYO DEL 2013

Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV

El vocablo historia. Qué enseñamos y cómo investigamos

Estas sucintas reflexiones teóricas que deseo compartir contemplan dos ámbitos: el referido a la concepción de la historia, y el relacionado con los parámetros en los que se desenvuelve la enseñanza y la investigación históricas.

La palabra griega historia puede significar, en un nivel semántico, información, noticia, relato y narración, mientras que en otro nivel, investigación, conocimiento y saber. Este último es el que ha servido de fundamento de la historia crítica moderna. A partir del pasado, el historiador hace una reconstrucción, una presentación (y presentificación) del mismo por mediación de intuiciones históricas. El vocablo se vincula con la acción de ver, que adquiere primacía, desde la Grecia antigua, sobre la de oír, así como con los inicios de la justicia, en concreto a partir de su carácter testimonial. El carácter crítico que se aplica al hacer historia significa la capacidad del historiador de ejercer como juez.

Es una lectura interpretativa, efectuada a través de los diversos documentos históricos, lo cual implica una racionalización, la que permite emitir juicios históricos, posibilitando con ello el entendimiento histórico, emitido a través de juicios exteriorizados por medio de conceptos. Esto es lo permite al historiador  la posibilidad de enseñar la historia, un proceso que únicamente comienza con el inicio de la actividad historiográfica europea en el siglo XIX. Desde ese momento, se puede hablar entonces del saber histórico, cuyo afán es conocer el pasado de forma organizada, lo que presupone ser consciente de que la existencia humana es histórica y que los individuos son (somos) seres históricos; esto es, se (nos) comprenden (comprendemos) a sí (nosotros) mismos.

La primera manifestación de lo histórico (aunque no de la modernidad histórica), surge a partir de la necesidad, y del sentido de utilidad, de la historia en el seno de la polis griega clásica, unido a la percepción de tal utilidad por el ciudadano. Tales factores, supeditados a la conciencia de la causalidad y la temporalidad, suponen una nueva visión del mundo. La historia se conforma, a partir de entonces, como un saber que interroga pero no responde con seguridad ni posee certezas absolutas.

La realidad histórica presenta varias características que deben tenerse en cuenta: en primer lugar, su carácter multiforme, inaprensible, en especial si se la reduce a los hechos, pues estos son absolutamente indefinidos; en segundo término, el hecho de  que su plasmación en fuentes se da a través de un proceso intencional: “alguien” escribe, graba una inscripción, erige un monumento. El historiador, por lo tanto, trabaja con versiones fragmentarias y, a veces, contradictorias, de una realidad ya interpretada; en tercer lugar, su construcción  desde las fuentes usando criterios de verosimilitud que confieran sentido a la conducta humana del pasado, a través del relato o la narración; en cuarto y último término su relación con las “ideas”: no hay historia de un hecho histórico desnudo, teórico, sino la narración interpretativa, la visión de los hechos ofrecida por alguien.

Ahora bien, ¿qué historia enseñamos y cuál investigamos?. Pues ni la humanista, de sesgo renacentista y esencialmente retórica, moralista y política; ni la historia novelada, que busca el mero entretenimiento lúdico; sino, la erudita, que es jurídica, religiosa y filológica. Esta sería la distinción entre el cuento, la novela histórica y la historia teórica (esto es, académica). El último “tipo” de historia es la que se difunde a partir del siglo XIX, dando lugar a la historia como ciencia, encumbrando como principal instrumento formal de análisis la cita documental y bibliográfica.

Son varios los parámetros que deben tenerse en cuenta a la hora de valorar la enseñanza e investigación históricas. Haremos un breve señalamiento al respecto.

1. La influencia del profesor de Historia sobre las opiniones históricas. Se suele enseñar lo que aprendimos, pero no es esto lo único que se aprende, ni lo único que debe aprenderse. La tarea básica debe ser facilitar herramientas, analíticas e interpretativo-hermenéuticas. En función del peso específico del docente se han querido destacar varios tipos de profesor y, en consecuencia, diversos estilos de enseñanza: el narrador de historias, el profesor científico, el profesor reformista, el filósofo cósmico y el profesor ecléctico; así como los que consideran la historia como el estudio del pasado; aquellos que tratan de las causas y de las consecuencias de los hechos, y los profesores que relacionan el pasado con el presente. Una conjunción de estos tres modos hace, creemos, al docente más competente.

2. La base de la conciencia histórica del alumno-estudiante. La formación histórica de los alumnos depende en parte de la escuela, y en parte del papel de los medios de comunicación de masas, de la familia y del medio inmediato en el que el alumno vive y se desarrolla.

3. El entendimiento del concepto de la memoria colectiva y la creación del pasado como recurso ontológico. Ello supone considerar la función social de la enseñanza de la Historia, ligada a una necesidad de perpetuación del grupo (en el marco del Estado-nacional).

4. Enseñar historia es, en esencia, comunicar. En cualquier acto comunicativo hay que tener en cuenta varios factores: la formación para la comunicación, la adecuación de lo que se comunica, del discurso, al medio y al contexto, así como el aprendizaje de determinadas herramientas; las personas a las que se les comunica, es decir, su predisposición, propósitos e intereses y; lo que propiamente se comunica, en este caso el conocimiento histórico.  En términos generales todavía sigue predominando (a pesar de los nuevos recursos tecnológicos que se aplican a la búsqueda del conocimiento histórico), una práctica transmisiva en la que la comunicación sigue siendo unidireccional: profesor-alumno a través de clases magistrales, factor que incide, sin duda alguna, en la apatía estudiantil.

Enseñar historia, y llevar a cabo una labor de investigación supone, en esencia, preparar a los estudiantes para que se sitúen en su mundo, sepan interpretarlo desde su historicidad y quieran intervenir en él con conocimiento de causa y, por consiguiente, deseen ser protagonistas del devenir histórico.  En virtud de que la enseñanza e investigación se producen en un contexto institucional, se requiere de la colaboración de otras enseñanzas que complementen y ayuden a la consecución y manejo de los conocimientos, sin que los métodos empleados sean mecanismos de un total constreñimiento o parálisis en la hora de expresar y transmitir aquello aprendido.

Es imprescindible también, para finalizar estas reflexiones en alta voz,  una necesaria modernización de los procesos y los usos técnicos, así como una cierta apertura metodológica que conlleve que el camino-método no sea un corsé demasiado ajustado, así como la adecuación formal a la realidad socio-histórica de los currícula oficiales, un hecho que supondría su reactualización paulatina.

Bibliografía básica inicial

ARRONDO, C. & BEMBO, S. (comp.) 2001: La formación docente en el Profesorado de Historia. Rosario. Homo Sapiens
BERMEJO BARRERA, J.C. (1999): Genealogía de la Historia. Ensayos de historia teórica. Madrid. Akal
DUQUE, F. (1996): El sitio de la historia. Madrid. Akal.
FORCADELL, C. et al. (coord.) 2002: Usos públicos de la historia. Zaragoza. VI Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea.
MONIOT, H. (1993): Didactique de l’Histoire. Paris. Nathan.
WHITE, H. (1992): Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX. México. F.C.E.

(Caracas, 28 de mayo del 2013)


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El Postgrado en Historia-UCV

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