Ponemos a la disposición de nuestros estudiantes, profesores, seguidores y público interesado en general, la conferencia dictada por el profesor Dr. Julio López Saco, coordinador de nuestro doctorado, en las V Jornadas de Reflexión sobre la Enseñanza de la Historia.
A continuación, adjuntamos el texto íntegro de su ponencia:
A continuación, adjuntamos el texto íntegro de su ponencia:
V
JORNADAS DE REFLEXIÓN SOBRE LA ENSEÑANZA DE LA HISTORIA.
CASA
DE ESTUDIOS DE LA HISTORIA DE VENEZUELA LORENZO A. MENDOZA QUINTERO
28
DE MAYO DEL 2013
Dr.
Julio López Saco
Doctorado
en Historia, UCV
El vocablo historia. Qué enseñamos y cómo
investigamos
Estas
sucintas reflexiones teóricas que deseo compartir contemplan dos ámbitos: el
referido a la concepción de la historia, y el relacionado con los parámetros en
los que se desenvuelve la enseñanza y la investigación históricas.
La
palabra griega historia puede significar, en un nivel semántico, información,
noticia, relato y narración, mientras que en otro nivel, investigación,
conocimiento y saber. Este último es el que ha servido de fundamento de la
historia crítica moderna. A partir del pasado, el historiador hace una reconstrucción,
una presentación (y presentificación) del mismo por mediación de intuiciones
históricas. El vocablo se vincula con la acción de ver, que adquiere primacía,
desde la Grecia antigua, sobre la de oír, así como con los inicios de la
justicia, en concreto a partir de su carácter testimonial. El carácter crítico
que se aplica al hacer historia significa la capacidad del historiador de
ejercer como juez.
Es
una lectura interpretativa, efectuada a través de los diversos documentos
históricos, lo cual implica una racionalización, la que permite emitir juicios
históricos, posibilitando con ello el entendimiento histórico, emitido a través
de juicios exteriorizados por medio de conceptos. Esto es lo permite al
historiador la posibilidad de enseñar la
historia, un proceso que únicamente comienza con el inicio de la actividad
historiográfica europea en el siglo XIX. Desde ese momento, se puede hablar
entonces del saber histórico, cuyo afán es conocer el pasado de forma
organizada, lo que presupone ser consciente de que la existencia humana es
histórica y que los individuos son (somos) seres históricos; esto es, se (nos) comprenden
(comprendemos) a sí (nosotros) mismos.
La
primera manifestación de lo histórico (aunque no de la modernidad histórica),
surge a partir de la necesidad, y del sentido de utilidad, de la historia en el
seno de la polis griega clásica, unido a la percepción de tal utilidad por el
ciudadano. Tales factores, supeditados a la conciencia de la causalidad y la
temporalidad, suponen una nueva visión del mundo. La historia se conforma, a
partir de entonces, como un saber que interroga pero no responde con seguridad
ni posee certezas absolutas.
La
realidad histórica presenta varias características que deben tenerse en cuenta:
en primer lugar, su carácter multiforme, inaprensible, en especial si se la
reduce a los hechos, pues estos son absolutamente indefinidos; en segundo
término, el hecho de que su plasmación
en fuentes se da a través de un proceso intencional: “alguien” escribe, graba
una inscripción, erige un monumento. El historiador, por lo tanto, trabaja con
versiones fragmentarias y, a veces, contradictorias, de una realidad ya
interpretada; en tercer lugar, su construcción desde las fuentes usando criterios de
verosimilitud que confieran sentido a la conducta humana del pasado, a través
del relato o la narración; en cuarto y último término su relación con las
“ideas”: no hay historia de un hecho histórico desnudo, teórico, sino la
narración interpretativa, la visión de los hechos ofrecida por alguien.
Ahora
bien, ¿qué historia enseñamos y cuál investigamos?. Pues ni la humanista, de
sesgo renacentista y esencialmente retórica, moralista y política; ni la
historia novelada, que busca el mero entretenimiento lúdico; sino, la erudita,
que es jurídica, religiosa y filológica. Esta sería la distinción entre el
cuento, la novela histórica y la historia teórica (esto es, académica). El
último “tipo” de historia es la que se difunde a partir del siglo XIX, dando
lugar a la historia como ciencia, encumbrando como principal instrumento formal
de análisis la cita documental y bibliográfica.
Son
varios los parámetros que deben tenerse en cuenta a la hora de valorar la
enseñanza e investigación históricas. Haremos un breve señalamiento al
respecto.
1.
La influencia del profesor de Historia sobre las opiniones históricas. Se suele
enseñar lo que aprendimos, pero no es esto lo único que se aprende, ni lo único
que debe aprenderse. La tarea básica debe ser facilitar herramientas,
analíticas e interpretativo-hermenéuticas. En función del peso específico del
docente se han querido destacar varios tipos de profesor y, en consecuencia,
diversos estilos de enseñanza: el narrador de historias, el profesor
científico, el profesor reformista, el filósofo cósmico y el profesor
ecléctico; así como los que consideran la historia como el estudio del pasado; aquellos
que tratan de las causas y de las consecuencias de los hechos, y los profesores
que relacionan el pasado con el presente. Una conjunción de estos tres modos
hace, creemos, al docente más competente.
2.
La base de la conciencia histórica del alumno-estudiante. La formación
histórica de los alumnos depende en parte de la escuela, y en parte del papel
de los medios de comunicación de masas, de la familia y del medio inmediato en
el que el alumno vive y se desarrolla.
3.
El entendimiento del concepto de la memoria colectiva y la creación del pasado
como recurso ontológico. Ello supone considerar la función social de la
enseñanza de la Historia, ligada a una necesidad de perpetuación del grupo (en
el marco del Estado-nacional).
4.
Enseñar historia es, en esencia, comunicar. En cualquier acto comunicativo hay
que tener en cuenta varios factores: la formación para la comunicación, la
adecuación de lo que se comunica, del discurso, al medio y al contexto, así
como el aprendizaje de determinadas herramientas; las personas a las que se les
comunica, es decir, su predisposición, propósitos e intereses y; lo que
propiamente se comunica, en este caso el conocimiento histórico. En términos generales todavía sigue
predominando (a pesar de los nuevos recursos tecnológicos que se aplican a la
búsqueda del conocimiento histórico), una práctica transmisiva en la que la
comunicación sigue siendo unidireccional: profesor-alumno a través de clases
magistrales, factor que incide, sin duda alguna, en la apatía estudiantil.
Enseñar
historia, y llevar a cabo una labor de investigación supone, en esencia,
preparar a los estudiantes para que se sitúen en su mundo, sepan interpretarlo
desde su historicidad y quieran intervenir en él con conocimiento de causa y,
por consiguiente, deseen ser protagonistas del devenir histórico. En virtud de que la enseñanza e investigación
se producen en un contexto institucional, se requiere de la colaboración de
otras enseñanzas que complementen y ayuden a la consecución y manejo de los
conocimientos, sin que los métodos empleados sean mecanismos de un total
constreñimiento o parálisis en la hora de expresar y transmitir aquello
aprendido.
Es
imprescindible también, para finalizar estas reflexiones en alta voz, una necesaria modernización de los procesos y
los usos técnicos, así como una cierta apertura metodológica que conlleve que el
camino-método no sea un corsé demasiado ajustado, así como la adecuación formal
a la realidad socio-histórica de los currícula oficiales, un hecho que supondría
su reactualización paulatina.
Bibliografía básica inicial
ARRONDO,
C. & BEMBO, S. (comp.) 2001: La
formación docente en el Profesorado de Historia. Rosario. Homo Sapiens
BERMEJO BARRERA, J.C. (1999): Genealogía de la Historia. Ensayos de historia teórica. Madrid.
Akal
DUQUE, F. (1996): El
sitio de la historia. Madrid. Akal.
FORCADELL,
C. et al. (coord.) 2002: Usos públicos de la historia. Zaragoza. VI Congreso de la Asociación
de Historia Contemporánea.
MONIOT,
H. (1993): Didactique de l’Histoire.
Paris. Nathan.
WHITE,
H. (1992): Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo
XIX. México. F.C.E.
(Caracas, 28 de mayo del 2013)
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El Postgrado en Historia-UCV
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